domingo, 6 de enero de 2008

Cuentos made in Shimohira III (como los RRMM)


Sé que vosotros esperáis de mí lo que yo sé que vosotros sabéis sobre lo que yo sé. ¿Tiene sentido? No lo intentes más de dos veces porque puede saltar la alarma de incendios de tu edificio.

¿Hace frío en tu país? En el que yo vivo sí porque es invierno, pero seguramente en el tuyo sea verano. ¡Qué distinto es el mundo! ¡Pero qué manía tenemos con pensar que "el mundo" es "nuestro mundo"! ¿Verdad? Para el que no ve que no ve -Varela y Maturana rocks- ahora mismo el mundo pasa por el invierno o por el verano, según el caso. Si esto pasa con algo tan fácil de entender como los movimientos de la Tierra, no os podéis ni imaginar lo que pasa con los valores culturales.

Érase una vez en un país bañado por el cálido Mediterráneo, un juez que vivía feliz con su familia en una pequeña ciudad costera. Él era el único juez de la comarca, y eso suponía mucho trabajo diario, pero a cambio recibía grandes ingresos económicos. A su familia no le faltaba de nada, siendo ésta una de las más ricas de la zona.

Por ser Pletónides una ciudad costera, llegaban a su puerto numerosos barcos allende la mar. En estos cargaban frutas y animales nunca vistos en Pletónides, pero también venían personas nunca vistas. De esta forma llegaron africanos, asiáticos, nórdicos... después de todo una gran nave no se puede manejar ella sola.

Un buen día de verano se armó un buen escandalo en la Plaza Mayor de la pequeña ciudad. Al parecer uno de los llegados en un carguero se comportaba de forma extraña. El lechero, ya saben, el que vive a las afueras con sus vacas y sus prados, había visto cómo el acusado sacaba a los grillos de sus agujeritos en la tierra y se los comía. ¡Estaba poseído por el Demonio!

Lo ataron a un buen tronco en la plaza y esperaron a que llegara el Señor Juez. Cuando éste llegó, el acusado ya había recibido los insultos y agresiones de toda una ciudad. -¡Calma!- pidió el juez, <<¿Es cierto que este hombre come grillos?>>. La multitud le contestó con gritos -¡Sí, sí! ¡El lechero lo vio!-. El juez que era un hombre de estudios preguntó a los compañeros de navío del acusado, si aquél estaba loco. Estos le resposdieron que sí, por miedo a ser tratados de la misma forma si descubriesen que en su país los grillos eran un aperitivo común. -¡Muy bien, quemaremos a este hombre para purgar su cuerpo del Mal!-. La muchedumbre le aplaudió entre vítores.

Años más tarde, las gentes de Pletónides vieron como los barcos con mercancías exóticas dejaban de atracar en su puerto. El rumor había corrido como la pólvora: allí mataban a la gente en la Plaza Mayor. Ante esto el juez tuvo que viajar, esta vez él, allende el mar para reestablecer los intercambios comerciales. Cuando llegaron él y su familia, se instalaron en una pequeña casita cerca de unas montañas, donde la comida no escaseaba según los nativos.

Un buen día, el hijo mayor del juez trajo para comer un par de conejos que había cazado hábilmente en el bosque de las montañas. La mujer iba a preparar un suculento estofado con los conejos. Usaría patatas, pimientos, tomate, ajos... El denso humo salía por la chimenea, y su exquisito aroma atrajo a unos leñadores autóctonos. La familia les invitó amablemente a comer ese día. Más tarde, cuando terminaron el estofado, los leñadores preguntaron de qué estaba hecho, a lo que el juez contestó con mucho orgullo, -mi hijo, que esta mañana ha cazado un par de conejos-. Al escuchar sus palabras, los leñadores huyeron despavoridos de la casita dando unos tremendos gritos. ¿Qué había dicho el juez? No entendían nada, ni él ni su familia.

A la hora les detuvieron y les hicieron llevar hasta el Jefe del poblado. -Habéis osado cazar y comer conejo ¿verdad? le dijo, -Ahora recibiréis vuestro castigo tomando el veneno de la tierra-. Así pues, las gentes del poblado trajeron unas bolitas de color oscuroy se las introdujeron en la boca a cada miembro de la familia del juez, quien lloraba sin parar. Sin embargo, la hija pequeña, que era una chica muy despierta se percató de que aquellas bolitas no sabían mal, y que si eran veneno entonces el veneno sabía mejor que los caramelos. -Papá, esto no es veneno- dijo la niña. El Jefe del poblado esperó a que el cabeza de familia hablase. -¿Por qué nos habéis asustado de esta forma??- dijo el magistrado. -En verdad, esas bolitas son grillo cocinado según nuestra costumbre-. El juez se quedó atónito. -Ahora marchad a vuestro hogar y contarles a todos que el mundo no sólo es conejo-.

Tras semanas de viaje por la mar, el juez y su familia regresarón a Pletónides. Entonces les contaron a todos que el grillo estaba delicioso. Las gentes de Pletónides no pudieron dar crédito a lo que estaban escuchando, y decidieron purgar al juez y su familia por estar poseídos.

De esta forma, Pletónides, la que en su día tuvo un gran puerto mercante, se fue quedando poco a poco desierta, hasta llegar su desaparición, y todo por no intentar comprender que el mundo no sólo es conejo.

¿Qué tal? No está tan mal para haberlo inventado según la marcha xD. Como curiosidad, decir que en Japón se comen grillos (se preparan para que sepan dulces) y no se come conejo ¿Y vosotros? ¿Pensáis que el mundo sólo es conejo?

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